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Ramón Zuriarrain
Ramón Zuriarrain Cortázar nace en San Sebastián en 1948. Se inicia en el mundo artístico asistiendo al Círculo de Bellas Artes de Madrid a mediados de los años sesenta, cuando era estudiante de Arquitectura. El interés por la pintura le llevó en 1968 a la Escuela de Bellas Artes de París, donde pudo conocer los fundamentos artísticos y ponerlos en práctica.
De regreso a su ciudad natal inicia una amistad con el pintor Vicente Ameztoy, quien le introduce en el panorama artístico vasco del momento y le guía en la creación pictórica. Junto con él, Carlos Sanz y Marta Cárdenas expone en el Museo San Telmo en 1970. Estos artistas, frente a los de la generación anterior la del grupo Gaur se inclinan por una pintura figurativa, en consonancia con el espíritu de compromiso social dominante en el País Vasco en aquellos años. En el caso de Zuriarrain, la figuración se mezcla con resonancias surrealistas, como refleja en la obra Transformación, perteneciente a la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
En 1971 participa en la muestra Arte español contemporáneo, que se celebró en París, y en 1973 organiza su primera exposición individual en la Galería El Pez de San Sebastián. También ese año recibe el Gran Premio de Pintura Vasca.
Durante los años ochenta se produce una transformación en la pintura de Zuriarrain, que se acerca a la abstracción informalista, especialmente en los paisajes, en donde el pintor se identifica con la naturaleza, siendo ésta una de sus temáticas más recurrentes, aunque no la única. Sus paisajes son sensoriales y con una apariencia abstracta, aunque hayan sido tomados del natural. Surgen de un supuesto azar mediante manchas verdes, azules, ocres, sienas y rojas que generan formas insospechadas. El color organiza el espacio pictórico y se convierte en el gran protagonista, al margen de los objetos y el tema de la obra.
Por mediación del fotógrafo, cineasta y escritor Rax Rinnekangas, Zuriarrain viaja a Finlandia en 1987, donde permanece durante tres meses. Esta estancia provoca una nueva metamorfosis en su pintura, haciéndose más reflexiva y esencial en formas y colores. La inquietud creativa del artista se traslada hacia la génesis de la pintura y a sus posibilidades expresivas. Paralelamente, la acuarela se convierte para él en una técnica habitual, con sugerentes composiciones en las que las pinceladas se distribuyen delicadamente sobre el papel. Este periodo finlandés viene acompañado de una intensa actividad expositiva internacional.
Junto a sus ensoñaciones paisajísticas y como contrapunto, Zuriarrain a menudo realiza interesantes retratos, autorretratos y escenas de interior con un trasfondo narrativo. Un buen ejemplo son los dibujos y acuarelas que realiza durante su estancia en Egipto junto a su hijo Martín, como personales crónicas de la revolución de 2011. Una constante a lo largo de toda su carrera han sido el humor y la ironía, que utiliza en los pequeños dibujos y objetos de rápida ejecución como apuntes de opinión o bromas sobre la realidad.
Su trayectoria siempre ha estado dominada por una idea de cambio, de transformación y de tiempo acelerado. En sus obras se evidencia una continua suma y lucha de contrarios figuración-abstracción, recto-curvo, agua-tierra, dentro de un proceso de apariencia inacabada. Sus referencias artísticas fluctúan entre la admiración que desde joven ha sentido por Alberto Durero y la pintura holandesa, el impresionismo de Claude Monet y el expresionismo de Georg Baselitz.
Texto: Arantxa Pereda